Sin duda alguna, a través de los tiempos se ha podido
apreciar, a la cantidad de personas que Dios llama, haciendo una invitación a
seguir su camino. Este don precioso de la vocación, es un regalo que se otorga
al hombre para que continúe la obra a la que Dios ha dado inicio, buscando que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Y puesto
que es un regalo de Dios, es algo que se debe cuidar con esmero y atención,
tanto cada persona de manera individual, como la Iglesia en conjunto. Dios
confía su Iglesia a los hombres, pero la guia a la luz del Espíritu Santo, que
ilumina a cada vocacionado, y le indica, si es dócil a su acción, los caminos a
seguir.
Es innegable que el tiempo de hoy, es un tiempo
lleno de cambios y de novedades, algunas buenas, pero otras no. Frente a estas
situaciones por las que pasa nuestro mundo, es necesario hacer un alto y
realizar un análisis sobre la manera en que se está obrando y pensar en como se
debería obrar, de manera especial va referida esta reflexión a la vida
consagrada hoy.
Hay varias situaciones referentes a la vida
consagrada en el presente, pues, sin lugar a duda la vida consagrada es un don
de Dios para su Iglesia, y esta ha sufrido fuertes cambios que la han llevado a
plantearse un autoexamen, para así, sacar a luz todas las fortalezas y
debilidades que se presentan.
Tal vez la vida religiosa, pasa por un momento de
crisis, se nota esto, al ver que varios institutos de vida consagrada han
desaparecido por diferentes circunstancias, especialmente por falta de
vocaciones y perseverancia. Sin embargo en la vida consagrada se percibe
también un aire que da respiro y pone esperanzas, se ven jóvenes comprometidos,
que renuncian a sus planes y dan apertura a la acción que Dios les ha
encomendado, de manera especial en la misión, jóvenes que podrían estar
caminando a la par con el mundo, buscando satisfacer sus necesidades y viviendo
entre las adicciones a las sensaciones, solucionando sus cuestiones personales
y viviendo para sí mismos, pero en cambio es muy resaltable la disponibilidad
que ellos han mostrado para con la Iglesia, entregando sus propias vidas, y
dándola por el otro a imitación del mismo Cristo.
La vida consagrada, es
una forma estable de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a
Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como su
amor supremo, para que, entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria,
a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la
perfección en la caridad y en el servicio. Estos, deben unir la consagración,
la vocación y la misión, ya que, la razón de ser de la vida consagrada es el
apostolado. Es de gran importancia, que lo que los consagrados proclamen en sus
apostolados, lo sostengan con su testimonio de vida, ya que las personas pueden
hacer caso a su voz, pero con su forma de hacer vida el evangelio los demás se
motivarán y se animarán a seguir los pasos del Maestro.
Al hacer un
acercamiento a la vida consagrada, es imposible realizarlo sin remitirse a los
consejos evangélicos, ya que estos son un fuerte lazo que los une a Dios, y que
ellos en plena libertad y completa donación han aceptado cumplir. Allí se
pondrán a luz solo algunas luces y sombras de lo que se percibe.
El voto de la pobreza,
ha tenido gran fuerza en algunos institutos consagrados, pues, perfectamente se
ha podido notar un gran compromiso con la sociedad, de personas que viven con
los suficiente, y lo demás lo utilizan para mostrar a los que carecen de algún
bien el amor de Dios que se infunde por medio del don de la caridad. Pero, el
voto de pobreza, ha sufrido también ciertos inconvenientes en la vida
consagrada, se ven sacerdotes y religiosos que derrochan su dinero, viviendo no
como servidores del evangelio sino como ecónomos que solo buscan comodidades y
poder.
El consejo evangélico
de la obediencia, ha sido respetado y cumplido de manera especial por los
jóvenes, ya que, entregando su vida a la disposición de la Iglesia y de lo que
los superiores creen conveniente para la extensión del reino, realizan misiones
en lugares inhóspitos, ponen sus dotes intelectuales al servicio de casas de
formación y así cada cual según sus cualidades, haciendo caso al lugar donde
Dios los necesita, han mostrado buena disponibilidad. Mientras que otros
consagrados no se han desprendido de sí mismos, y prefieren los lugares mas
cómodos para trabajar sin tener en cuenta que deben llevar el evangelio a los
lugares donde Dios convenga.
Y tal ves el consejo evangélico
que mas ha sufrido en la actualidad es la castidad. Todos somos consientes de
los escándalos vergonzosos y abominables que se han puesto al descubierto, y
esto hace una profunda herida a los fieles y pone cierta desconfianza, que es
lo que ha hecho que tantas personas hayan abandonado su casa; la Iglesia. Pero
también es de observar que un gran numero de sacerdotes y consagrados en el
silencio, viven este don precioso y lo cuidan como un tesoro. Es imposible
vivir el don de la castidad, sin tener una profunda intimidad con el Maestro,
realizando una sincera oración y pidiendo las fuerzas necesarias para cumplirlo
con alegría. Para esto, se debe comprender, que la castidad, el celibato y la
virginidad, se sostendrán en una entrega a los demás, realizando la ascesis con
perseverancia, ya que podremos alcanzar una madurez afectiva solo con la gracia
de Dios. También se ha de tener en cuenta que la parte sexual, va
intrínsecamente ligada al ser humano, y no se debe ver como algo extraño, sino
como la condición en la que nos creo Dios.
La vida consagrada debe
ser muy bien conservada, la Iglesia, encargada de velar para que todo esto
llegue a manos del Padre, se esfuerza por velar que todo marche bien, y todos
se deben sentir comprometidos con la causa de Dios, orando por todas la
necesidades de la misma, se puede hacer un esfuerzo, y desde ya buscar
soluciones eficaces, no quedándonos enfrascados en buscar los errores, sino
teniendo esperanza y certeza de que Dios nos ayuda.